A falta de complot: “mal savor de voca”

domingo, 23 de septiembre de 2007

¿Se han dado cuenta que existen muchos mitos en el imaginario del periodismo?

Si tuviéramos que imaginar nuestro oficio como un equipo de fútbol, una bonita metáfora repartiría los valores supremos en las distintas partes de la cancha. La libertad de expresión estaría en la defensa, porsupuesto. El reporteo diario, en el mediocampo. Y la delantera, las superestrellas que marcan los goles y se tranzan por millones entre clubes, serían los sagaces periodistas de investigación.

Entonces, yo armaría un esquema 4-3-3: uno, por mi capricho, pero dos, porque se sitúa a medio camino entre un modelo 4-2-4 (demasiado ofensivo) y un 4-4-2 (muy cobarde).

Elegí un total de tres artilleros, por motivos tácticos, claro. ¿La razón? La profesión demanda ese coraje indagatorio… para eso se inventó la investigación. Para desenmascarar al poder, desde luego.

Con gesto heroico, el periodismo revela los mayores compromisos, amiguismos turbios, intereses económicos, cruzadas silenciosas y demás. Entre tanta conspiración que denunciar, presento el siguiente relato. Es una adaptación que quiere ser fiel testimonio de virtuosismo, y un ejemplo periodístico de primer nivel…

Mal Savor de Voca
A nadie le es indiferente la televisión. Yo, desde pequeño, soy un acérrimo televidente. Desde entonces me llama la atención una cosa: Los Comerciales. Pero la publicidad que me cautiva desde mi más tierna infancia, ha sido la de una rama radical: los productos de higiene bucal.

Me refiero a aquellos comerciales en los que se intenta simular lo que realmente pasa en los laboratorios de Colgate y Pepsodent. La tónica es siempre la misma: edificios que parecen sacados de una novela futurista, científicos miopes de todas las razas que se pasean en elegantes batas blancas, mirando dentaduras y enjuagues sutilmente reflejados en pantallas de plasmas. Lo último en tecnología dental. Para, finalmente, culminar en el éxtasis de la creación del cepillo de los dioses.

Debo reconocer que fui engañado, encantado por estos comerciales desde mi niñez. Soñé mucho tiempo con ser odontólogo. Estudié con ahínco algunos años.

Pero, una vez logré que un guardia me dejara entrar a la fábrica de Oral B a cambio de algo que afortunadamente no se relaciona con el nombre de la fábrica. La desilusión fue grande al comprobar que en aquellas paredes no había pasillos blancos, ni computadores de última generación, ni personas de distintas razas. Todo era una farsa.

Intenté denunciar esto a la prensa. “Ellos son más poderosos de lo que tú crees”, me dijeron. Apedrearon las ventanas de mi casa, intervinieron mi teléfono por semanas, hasta que finalmente me rendí ya que sumado a estas amenazas la gente empezaba a tomarme por loco.


Ustedes ganaron malditos. Espero que sean felices inundando las frágiles mentes de los televidentes con promesas de higiene bucal vacías. Yo ya he cumplido mi parte, querido lector. Y no me atrevo a ser blanco de más represalias: la misión de convencer a la gente de que la verdad acerca de los cepillos de dientes y sus derivados está en otro lado. Es ahora tuya.


*Adaptación en homenaje a Ren Hoëk, columnista de Pum pam.

1 comentario:

Danae Tapia dijo...

victorcito valenzuelita
no te podré ayudar mañana porque no iré a clases y me recluiré para el martes en taller presentar una entrega maravillosa
cambiar la foto es muy fácil, confío en tu capacidad, yo te ayudo con los links y te sugiero que le cambies los colores, son un poquitito horribles, quizás lo mismo con la imagen de fondo
gracias por actualizarme de la vida universitaria
muero de pena por perderme mi clase favorita pero mi vida de diseñadora está en un fatal momento

te echaré de menos forever and ever



es tan tierno que nos comentemos