Acabas de entrar a esta vereda de patrañas. Estás a punto de empezar a mirar. Relájate. Concéntrate. Ya te dio un poco de lata el comienzo. Tienes prisa. Poco tiempo para leer.
Y Tú, Lector, no esperas encontrarte con nada en especial. Eres de esos que no esperan ya nada de nada. Otros andarán en busca de aventuras, con expectativas por todo. Tú no.
Tú sabes que hallarás sólo un blog. Leer algo quizá, entretenerte un rato. Nada que sea realmente importante. Una sarta de disparates, patrañas y demás. Rastros cruzados de cultura docta, pop, de masas, y tantos otros nombres ridículos que es mejor evitar. Porque lo que a ti te interesa no son estas cosas infinitamente nimias. Sino la entonación imprevista, la forma ligera, escéptica de mirar del autor.
Sabes que el autor del blog no se hizo famoso por descubrir vacunas, ni por alimentar niños hambrientos en Angola, ni por limpiar caca de perro enfermo esparcida por la ciudad. Es un tipo ingenioso, no más. Un tipo talentoso. Un honorable. Un intrépido. Un poco al lote. Un poco chancho. Y vulgar.
Fin.